lunes, 24 de mayo de 2021

Derecha peruana: sola contra el mundo

 









Ricardo Jiménez A. 

Diario Libre (N° 2). 


No es una exageración. Basta ver el silencio que ha caído sobre las noticias internacionales en los monopolios mediáticos y la prensa concentrada. Sus otrora modelos, aliados y patrones están en crisis iguales o peores que la del modelo neoliberal peruano, como Colombia donde el gobierno de derecha solo se sostiene masacrando a su propio pueblo que protesta masiva e inconteniblemente en las calles, o en Chile, donde los profundos cambios de la Asamblea Constituyente y el próximo gobierno de izquierda impactarán a todo el continente.

El presidente Biden, en Estados Unidos, no solo está ocupado en sus propios problemas, buscando maneras menos torpes y desesperadas que su antecesor para tratar de frenar el avance económico y político de China y Rusia, sino que, para colmo de males de la derecha peruana, propone impuestos a los super ricos y medidas redistributivas de la riqueza, que bien podrían ser parte del programa del maestro Castillo y Perú Libre. Medidas que ya antes ha recomendado públicamente el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ante el inminente estallido social global que genera la crisis civilizatoria de la pandemia Covid19. También lo ha hecho el Papa Francisco, entre muchos otros. 

La Organización de Estados Americanos – OEA y el engendro del infame grupo de Lima, con el más indigno de los latinoamericanos a la cabeza, Luis Almagro, se caen a pedazos, apenas subsisten nominalmente y quedaron en evidencia como golpistas anti democráticos, tras la aplastante derrota electoral que les propinó el pueblo boliviano. 

En ese contexto internacional, la derecha peruana enfrenta esta segunda vuelta electoral en un terrible vacío y soledad internacional. De allí que, a pesar de preferir gastar un millón de soles en carteles en Lima para denunciar un supuesto “comunismo” y despotricar contra Cuba y Venezuela, en vez de invertirlos en el oxígeno y camas UCI que salvarían la vida a miles de peruanas y peruanos, la campaña aparezca todavía más trasnochada, impertinente e inútil.   

La buena noticia es que ese mismo contexto internacional representa un viento favorable, uno más entre muchos, para el proceso de cambios que el pueblo peruano, tras la representación del maestro Castillo y Perú Libre, necesita, busca y construye en esta inédita batalla electoral en marcha. 



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martes, 13 de abril de 2021

Al fin, Perú ha parido una izquierda popular

 









Ricardo Jiménez A.

 

En la década de 1990’. la dictadura de Alberto Fujimori derrotó las organizaciones subversivas armadas y, mediante una combinación de represión, violación de derechos humanos y corrupción desatada en todos los niveles del estado y la sociedad, impuso una constitución y un modelo económico ultra neoliberales, que han significado un enriquecimiento ilimitado de los súper ricos a costa de las inmensas mayorías precarizadas o en una débil e insegura integración por el consumo y el crédito, asimilada vagamente como “clase media”.

Parte de ese proceso, fue la descomposición de la izquierda histórica, fragmentada hasta lo indecible, desorientada ante las nuevas realidades, especialmente, la pérdida de sus vínculos masivos y orgánicos con los sectores populares; vínculos que nunca pudo volver a recomponer. Es por ello, que las alternativas electorales contrarias a la derecha neoliberal surgieron de otros sectores distintos y más o menos nuevos, como los del nacionalismo de Humala, quien vertiginosamente traicionó esas aspiraciones apenas llegado al gobierno. O como VeróniKa Mendoza, surgida como figura al romper con la traición humalista y cuya base más ancha está en la clase media ilustrada, culta, progresista y ambientalista.    

Hoy, de sorpresa, sin que nadie lo viera venir, por fin surge en el Perú una izquierda auténticamente popular, tras la candidatura de Pedro Castillo. Prueba de ello es justamente la sorpresa e invisibilidad con que ganó estas elecciones en primera vuelta, debido a que las miradas de analistas, medios de comunicación y aún de las militancias de izquierda clasemedieras, ni lo esperaban, ni lo querían.

A todos ellos incomoda esta corriente política que, a mano y sin permiso, sin “big data” y estrategias de “tweeter”, viene desde Los Andes profundos, siempre despreciados con racismo y clasismo, del movimiento rondero campesino y urbano, el más importante movimiento social del país, parte de Alba Movimientos en Perú, de los sectores sindicales de profesores, que han sido los más combativos y críticos al abandono neoliberal de la educación en los últimos años, y que tiene la capacidad de disputar los cerros pobres de Lima, porque habla su mismo lenguaje y lo mueven los mismos abandonos, olvidos, descontentos y esperanza.  

Se trata de una izquierda popular, auténticamente autónoma, sin complejos y que no busca ni acepta chantajes de la derecha. Un ejemplo, es cuando el candidato Pedro Castillo, profesor y rondero, de 52 años de edad, señaló públicamente que en Venezuela no hay dictadura y que los venezolanos, sin injerencia externa, deben resolver ellos sus problemas, mostrando que era un mito innecesario sumarse a las calumnias de derecha contra Venezuela para “ser una izquierda aceptable” en el país. Otro ejemplo, cuando señala que, si el congreso, que será altamente fragmentado y con mayoría de bancadas de derecha, no quiere apoyar el llamado a Asamblea Constituyente, usará sus facultades presidenciales para cerrarlo, lo cual trasmite un mensaje de voluntad y coraje político que lo hace creíble y da garantías para sumarse, sin el temor a indecisiones y traiciones posteriores.

Por cierto, que tiene errores y limitaciones. ¿Acaso alguna obra humana no? Que pueden ser graves y deben cambiarse, como su rechazo al enfoque de género y los derechos de la diversidad sexual. Que reflejan, además, las limitaciones de su ancha base popular que todavía tiene estos prejuicios y desconocimientos. También hay denuncias de corrupción sobre algunos líderes o candidatos de este movimiento, algo de lo que no escapa, literalmente, ninguna fuerza política en el Perú; además, hay que decirlo, son, en cualquier caso, mínimas ante las corruptelas industriales de los partidos de derecha.

Pero, como decía el cubano universal, José Martí, “el sol tiene manchas. Los desagradecidos solo ven las manchas. Los agradecidos, la luz”. Y no hay dudas que esta luz popular abrirá caminos y nuevos escenarios, independientemente de lo que pase en segunda vuelta y de cara a un neoliberalismo peruano que se cae irremediablemente a pedazos, y que, de alcanzar nuevamente el gobierno, en la segunda vuelta electoral del próximo domingo 6 de junio, es altamente probable que ni siquiera pueda terminar su mandato, dadas las tendencias a la crisis social y la descomposición políticas, estructurales e irreversibles.

Pero eso será otra historia. Ahora toca sumar todos los esfuerzos a esta nueva izquierda popular que al fin ha parido el pueblo peruano.     

 


miércoles, 20 de febrero de 2019

Se agradece la película "La revolución es un sueño eterno"























Hermosa y veraz.

Son las dos sólidas bases de esta película de cine argentina, que obligan a agradecerla y mueven al deber de invitar a verla, en primer lugar a todo/a latinoamericano/a, también a quienes deseen de verdad comprender Nuestra América, sus persistentes dramas y luminosos fragores.

La película es del año 2010 (Director Nemesio Juárez, 106 minutos de duración). Me enteré de ella por compañeros/as argentinos/as en octubre de 2016. Recién pude descargarla de Youtube en mayo de 2018 y encontrar el tiempo para verla ahora, en febrero de 2019. 

Relata los últimos días de Juan José Castelli, llamado el "orador" de la revolución de mayo de 1811 que gatilló el proceso de independencia suramericano, en las provincias del Río de la Plata, más tarde Argentina.

Castelli como parte de los llamados "morenistas", partidarios del liderazgo de Mariano Moreno, junto a su primo, Manuel Belgrano, a Pedro Jose Agrelo y Bernardo de Monteagudo, cumplieron el rol fundamental de vanguardia de ideas y motor de empuje revolucionario que permitió avanzar con decisión a la independencia, cuando España fue invadida por la Francia napoleónica.

Con una inercia de colonialidad eurocéntrica, por lo demás lógica e inevitable, se les ha llamado después como los "jacobinos" de la independencia.

Los méritos

Lejos de las versiones "hooliwoodeadas" que a veces tientan a otros directores que han tratado el tema de la independencia latinoamericana, débiles en la investigación y veracidad histórica (que la hay, mucha y muy buena), empañadas por prejuicios y ligerezas, esta película es, en cambio, ejemplar en el respeto de los hechos históricos.

Con rigurosidad y prudencia, sin excesos, sabe mostrar algunos de los hechos fundamentales de nuestra memoria independentista, más tergiversados y vigentes.

En primerísimo lugar, el proyecto independentista de Los/as Libertadores/as, el de los/as morenistas, el de los Tupacs amaristas y kataristas, de los/as bolivarianos, los/as artiguistas, los/as sanmartinistas. Un proyecto, que aunaba a la separación de España, la plena soberanía de otras potencias, la férrea unidad continental y la igualdad social.

Proyecto traicionado por las oligarquías y las repúblicas desunidas, dependientes y excluyentes que construyeron, en alianza con las nuevas potencias extranjeras, justamente sobre la derrota, calumnia, asesinato, exilio y miseria de esa generación libertadora. Hecho que la película ilustra concisamente, sin apelación.

Un diálogo de Castelli en el filme resume este proceso de tergiversación de la independencia y la democracia, con palabras que nos hablan de la difícil y dolorosa trayectoria de nuestros pueblos a través de masacres populares, dictaduras militares y la sombra de la invasión norteamericana hoy sobre Venezuela, sedienta de sangre y petróleo: "Aquí, el contrato social de Rousseau fue suscrito por asesinos".     

Algunos de los discursos más proféticos de Castelli aparecen en la película, como el del cabildo abierto de Buenos Aires, que teoriza sobre el derecho de auto determinación de los pueblos, y el de la Puerta del sol en Tiawanaku, actual Bolivia, una sincronía con el pronunciado 200 años después en el exacto mismo lugar por el primer Presidente indígena, Evo Morales.   

Compañeros

Uno de los puntos de más veracidad y hermosura del relato son los "morenistas". Se nota la profunda investigación de cada uno, la empatía histórica y psicológica, el retrato nítido, tanto en el aspecto físico como de personalidad.

El propio Castelli, Mariano Moreno, Manuel Belgrano y quizás el mejor caracterizado de todos, Bernardo de Monteagudo, el extraordinario pero virulento y polémico revolucionario, el único que llegó a ser cuadro de Moreno, de San Martín y de Bolívar, mostrando la continuidad programática de esa generación revolucionaria libertadora que compartió el destino de la primera victoria parcial y la primera derrota transitoria. 

Uno de los diálogos finales de Monteagudo en la película, durante el juicio espurio a Castelli, podría retratar la grandeza y humanidad de este excepcional, apasionado e imperfecto patriota latinoamericano: "Arrójennos la culpa al rostro y gocen con los resultados. Nosotros apareceremos como los verdugos para que ustedes sean hombres libres".

Aporte

El filme es un paso más, uno grande, en el camino no lineal ni fácil pero cierto y creciente, de nuestros pueblos por sacudirse de las tergiversaciones de la memoria.

Especialmente en el ámbito de la primera independencia, la más afectada, no solo por las versiones oficiales y oficiosas oligárquicas, sino también por colonialismos eurocéntricos, prejuicios e ignorancias, de sectores del progresismo  y la izquierda latinoamericanos, formados en esos códigos durante el siglo XX.   

Detalles

La película puede resultar un poco lenta a ratos, especialmente al principio, y se nota en esto que el guión ha sido escrito sobre una novela (Andrés Rivera, 1987), que por lo demás es un monólogo escrito en clave poética.

Por otro lado, los saltos temporales no ordenados cronológicamente, hacia adelante y hacia atrás, aunque son ordenados por subtítulos con fechas, pueden confundir, especialmente si no se está en conocimiento de los detalles y hechos de la época.

Finalmente, pueden haber algunos errores de detalle histórico, como la reseña final de Monteagudo, señalando que murió en Quito, cuando en realidad fue en Lima. Pero son absolutamente irrelevantes  y no obstan en nada la tremenda veracidad y belleza de la película.

Que simplemente, se agradece.       

Aquí la película en Youtube



miércoles, 30 de enero de 2019

Bolívar dejó un mensaje para Trump y sus golpistas en carta de 1818



























“Parece que el intento de usted es forzarme a que alterne los insultos: No lo haré; pero si protesto a usted, que no permitiré se ultraje ni desprecie al gobierno y los derechos de Venezuela… Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”.

“El valor y la habilidad, señor Agente, suplen con ventaja al número. ¡Infelices los hombres si estas virtudes morales no equilibrasen y aún superasen las físicas! El amo del reino más poblado sería bien pronto señor de toda la tierra. Por fortuna se ha visto con frecuencia a un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos”.

Son las palabras del Libertador Simón Bolívar, en cartas de 7 y 12 de octubre de 1818, respectivamente, al agente de Estados Unidos, John Baptist Irvine, que ya en esa temprana época ensayaba la pretensión injerencista de subordinar por la prepotencia al pueblo de Venezuela que libraba una cruenta guerra por su primera independencia de España. 

Sin ninguna duda, son también un recado, uno muy claro, que Bolívar dejó para Donald Trump, los halcones del Pentágono, sedientos de sangre y petróleo, y los títeres pseudo fascistas (porque el fascismo, con todo lo horroroso que fue, era al menos soberano) en Brasil, Argentina, Chile, Perú y otros gobiernos lacayos de turno.         

Estos últimos, indecorosos testaferros de la derecha latinoamericana, son la evidente confirmación de las palabras de Bolívar sobre la geopolítica continental que han de seguir nuestros pueblos: “La Alianza americana debe contar con su absoluta independencia de toda potencia extranjera… formado una vez el pacto con el fuerte ya es eterna la obligación del débil”, expresadas en Carta desde Guayaquil a Bernardo Monteagudo del 5 de agosto de 1825.

Aunque ni siquiera las intrigas del más indigno de los latinoamericanos, Luis Almagro (Almugre), han logrado el mamarracho de que la Organización de Estados Americanos (OEA) reconozca oficialmente al auto proclamado “presidente” derechista de Venezuela, ha quedado en evidencia el carácter neo colonial que Estados Unidos le impone a esta “alianza de los débiles con el fuerte”, confirmando empíricamente la incontestable tesis de Bolívar.   

El incidente

El incidente que motivó la histórica carta del Libertador ante el intervencionista norteamericano es en sí mismo una metáfora de lo que ocurre hoy mismo en Venezuela. Libraban entonces los patriotas venezolanos y latinoamericanos una guerra de independencia contra el imperio colonial español, sufriendo las más inenarrables penurias económicas y ataques violentos de los colonialistas. 

Una situación que vive hoy de nuevo, dos siglos después, Venezuela. Aunque los monopolios de comunicación masivos se cuidan muy bien de señalar que son, precisamente, los injerencistas y golpistas los causantes de esas penurias económicas y esas violencias.    

El éxito transitorio que éstos logran en instalar una matriz de opinión masiva única, lo explicaba ya Bolívar, en su mensaje al Congreso de Angostura en 1819, con palabras de certera vigencia: “y si la costumbre de mirar al género humano conducido por pastores de pueblos, no disminuyese el horror de tan chocante espectáculo, nos pasmaríamos al ver nuestra dócil especie pacer sobre la superficie del globo como viles rebaños destinados a alimentar a sus crueles conductores”.

No es algo nuevo. Desde las rebeliones lideradas por Espartaco y Tupac Amaru, hasta la Comuna de Paris y la República española, la formula de estrangulamiento económico y ataques violentos, con campañas mediáticas para culpar a las propias víctimas del descalabro, es la que usan siempre los poderosos para aplastar todo asomo de rebelión a sus designios.

De allí que Bolívar se definiera a sí mismo con palabras que parecieran definir la tenaz lucha de su pueblo hoy: “Yo soy el hombre de las dificultades y no más: no estoy bien sino en los peligros combinados con los embarazos”, en carta desde La Paz a Francisco de Paula Santander de 8 de septiembre de 1825.  
   
En ese contexto, entre largas otras pobrezas, carecía el artesanal ejército libertador de fuerza naval de combate. Contaba, sin embargo, con los jinetes del líder llanero José Páez, acostumbrados desde antiguo a seis meses de inundaciones todos los años. Bolívar creó entonces la “División de Caballería nadadora”, única en el mundo. Los combatientes de ésta se arrojaban a ríos tan caudalosos como el Apure y –como señala el testigo Roberto Cunninghame- “con lanzas en los dientes desafiaban caimanes y abordaban buques y flecheras”, capturando naves enemigas. 

Así ocurrió en 1818 con dos goletas norteamericanas, la Tigre y la Libertad, que por el río Orinoco llevaban armas y alimentos al ejército colonialista español en la región de Angostura, burlando el bloqueo públicamente decretado por los patriotas. Como lo describió Bolívar, en carta al agente Irvine de 29 de julio de 1818: “han intentado y ejecutado burlar el bloqueo y el sitio de las plazas de Guayana y Angostura para dar armas a unos verdugos y para alimentar unos tigres, que por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre americana ¡la sangre de sus propios hermanos!”.

Requisadas las naves, por este procedimiento táctico de Bolívar, el entonces naciente imperio del norte, a través del agente Irvine, inició un intercambio de cartas con el Libertador para imponer la devolución de los pertrechos. En ellas, la burla a su inusitada y sencilla “unidad militar” se combinaba con amenazas y chantajes. 

La respuesta del Libertador, en las ya citadas cartas al agente norteamericano, permite comprender la actitud de su pueblo hoy y representan una advertencia que a los injerencistas actuales les convendría sopesar. 

Son también una prueba lapidaria de la falsedad patética del auto proclamado presidente derechista venezolano, cuando pretende colgarse de la imagen de Bolívar para hacer exactamente todo lo contrario. Un contrabando histórico que denunció con inigualable claridad y belleza la obra del cantor venezolano Alí Primera (especialmente en su “Canción bolivariana” del año 1983).   

Una política 

Para quienes pudieran pensar que se trata en todo caso de un incidente aislado y no de una política permanente del Libertador frente a las prepotencias del gigante egoísta del norte, conviene citar las palabras de Bolívar, en carta al mismo agente Irvine en carta de 20 de agosto de 1818, denunciando las políticas de Estados Unidos, que movidas por contubernios y negociaciones con España, castigaban a ciudadanos norteamericanos que decidieran apoyar a los independentistas latinoamericanos:    

“Hablo de la conducta de los Estados Unidos del Norte con respecto a los independientes del Sur, y de las rigurosas leyes promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilios que pudiera procurarnos allí. Contra la lenidad de las leyes americanas se ha visto imponer una pena de diez años de prisión y diez mil pesos de multa, que equivale a la muerte, contra los virtuosos ciudadanos que quisiesen proteger nuestra causa, la causa de la justicia y de la libertad, la causa de América”. 

Dos años después del incidente con Irvine, Bolívar reafirma esta convicción, en carta desde San Cristóbal a José Rafael Revenga, de 25 de mayo de 1820: “Jamás conducta ha sido más infame que la de los americanos con nosotros: ya ven decidida la suerte de las cosas y con protestas y ofertas, quién sabe si falsas, nos quieren lisonjear para intimidar a los españoles y hacerles entrar en sus intereses”.  

Hacia el final de su vida, el Libertador comprende a cabalidad la larga marcha de sufrimientos que nuestros pueblos habrán de atravesar para librarse de la larga sombra imperial norteamericana, sus políticas de saqueo, sus gobiernos títeres, sus invasiones directas, sus golpes de estado y sus dictaduras. Así lo expresa en carta desde Guayaquil al coronel Patricio Campbell, de 5 de agosto de 1829: “y los Estados Unidos, que parecen destinados a plagar la América de miserias a nombre de la libertad”.

Finalmente, a confesión de parte, relevo de prueba. Son numerosos los partes de guerra e informes de espías a sueldo y mercenarios de EE.UU., a lo largo de la lucha de Bolívar, conservados hasta hoy y que testimonian una sistemática labor de sabotaje y desprestigio contra los planes de Bolívar, fracasada la táctica de ganarlo con sobornos y prepotencias. 

Solo un ejemplo, curiosamente desde Lima, que hoy da nombre al infame grupo de países títeres de la agresión imperial. El 3 de febrero de 1827 el cónsul de EE.UU. en Lima, William Tudor, envió al Departamento de Estado una carta a raíz del fracaso transitorio del “Congreso Anfictiónico de Panamá”, el gran proyecto de Bolívar para gestar la unión latinoamericana.

En la carta señala literalmente: “La esperanza de que los proyectos de Bolívar están ahora efectivamente destruidos es una de las más consoladoras. Esto no sólo es motivo de felicitación en lo relativo a la América del Sur, liberada de un despotismo militar y de proyectos de insaciable ambición que habrían consumido todos sus recursos, sino que también Estados Unidos se ve aliviado de un enemigo peligroso en el futuro... Si hubiera triunfado estoy persuadido de que hubiéramos sufrido su animosidad”.

¿Hace falta más para saber de qué lado debemos estar los/as latinoamericanos/as y las personas honradas del mundo?



Ricardo Jiménez A. 


martes, 11 de septiembre de 2018

Allende, el valor de la palabra

“Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado su juramento… Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Seguramente radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes”Salvador Allende, último mensaje, 11 de septiembre de 1973


















Era un intelectual acabado pero que prefería el activismo político, gustaba de la vida y los placeres mundanos, le decían el ‘pije’ cariñosamente porque gustaba de vestir muy bien, pero su abnegación por los sectores más pobres y su sentido de justicia era de una militancia sin límites que le gustaba vivir en los hechos, sencillamente, sin arrogancias ni vanidades.

Aunque disfrutaba el debate político y la sólida argumentación, creía mucho más en la unidad de los sectores progresistas y de izquierda que en los sectarismos brillantes. “Cuando yo era joven, a mí me expulsaron de un grupo universitario que se llamaba Avance”, contaba el mismo en sus intervenciones públicas, “porque decían que no era suficientemente revolucionario. Ellos, los que me expulsaron, se hicieron latifundistas, los expropiamos con la reforma agraria, eran dueños de acciones en la bolsa, también se las nacionalizamos, y a mí los trabajadores de mi patria me llaman el compañero Presidente”.

Su sentido del honor de la palabra empeñada era extremo, casi caballeresco medieval. En más de una ocasión, desafió a duelo a quienes lo ofendían, ninguno se atrevió a aceptar el desafío. En 1959, el Che Guevara le obsequió en La Habana el segundo ejemplar de su libro “Guerra de guerrillas” (el primero fue para Fidel). El Che, que era del mismo carácter que Allende, médico también, y que sabía bien a Allende empeñado en la vía revolucionaria electoral para Chile, mientras él buscaba la armada, le dijo: “yo sé bien quién es usted, hablemos con confianza”. Con la capacidad que el Che tenía para calificar a las personas, en la dedicatoria de su libro le escribió: “A Salvador Allende, que por otros medios, tratar de obtener lo mismo”.

Esa palabra empeñada con el guerrillero heroico lo llevó años después, en 1968, tras la muerte del Che, y siendo congresista y Presidente del Senado de Chile, a trasladar personalmente en avión a los sobrevivientes de la guerrilla boliviana a lugar seguro, para elevar con su propia persona el costo político de un atentado que según se decía haría la CIA norteamericana contra los guerrilleros. Los compañeros del Che agregaron sus saludos agradecidos al lado del de su comandante en aquel mismo libro obsequiado años antes.

Esa palabra empeñada le valió ser el factor más potente de unidad histórica de la izquierda y los sectores progresistas chilenos, lo que popular y cariñosamente se llamaba “la muñeca” de Allende. Unidad Popular que gestó ese proceso revolucionario para el cual él había reclamado carácter inédito, creador, siguiendo a Bolívar, al que admiraba públicamente a pesar de ser marxista y para molestia de muchos de sus compañeros más ortodoxos. “La vía chilena al socialismo, con empanadas y vino tinto” era la frase con que había logrado prácticamente patentar esa revolución por vías democráticas burguesas, electorales, para la cual el pueblo chileno había tardado casi un siglo en formar y acumular los miles de cuadros y organizaciones que le dinamizaban.

Y esa palabra empeñada fue también parte de las debilidades de ese proceso. Por ella, hizo concesiones, tal vez demasiadas, a una democracia formal que había jurado respetar mientras otros no la rompieran, y así lo cumplió. Como lo había comprometido, no tomó medidas para armar al pueblo mientras la democracia se mantuvo formalmente, y eso facilitó objetivamente el zarpazo imperial y de sus lacayos.

Pero fue el primero en tomar las armas y dar su vida en la defensa de esa democracia y esa revolución cuando los golpistas la aplastaron. Tenía 65 años de edad y no era soldado sino médico y Presidente.

“Ustedes harán lo que tanto han vociferado, yo tengo muy claro lo que me toca hacer”, respondió a “líderes” izquierdistas conocidos por sus discursos radicales que llegaban espantados de miedo a preguntarle qué hacer ante el golpe. A los militares vende patrias que se presentaron a ofrecerle rendición con exilio dorado y argumentos de realismo político, les respondió secamente: “¡El Presidente de Chile no se rinde, mierdas!”

Con su ya legendario Grupo de Amigos Personales – GAP de seguridad, una veintena de muchachos resueltos armados de decoro y ametralladoras, detuvo a fuerzas blindadas, de infantería y aéreas por casi 5 horas. “Porque el hombre de la paz era una fortaleza”, explicó el poeta uruguayo universal Mario Benedetti.

En medio de los combates, con el aire ya casi irrespirable y la casa de gobierno destruida y en llamas, su médico personal logra encontrarlo disparando por una ventana y lo toma por los pies para llevarlo a lugar más seguro. “Suéltame, conchatumadre”, le grita el Presidente, creyendo que se trataba de soldados golpistas que habían logrado ingresar a la Moneda. Cuando le reconoce, le dice con total serenidad: “No ves, Luchito, que esto era más grave de lo que creías esta mañana”.

Ya sin parque para las ametralladoras, Allende se despide de sus compañeros sobrevivientes y les ordena entregarse para no morir quemados en las ruinas del edificio, señalándoles que han cumplido con creces su juramento a la Patria.

Él guarda los últimos tiros para suicidarse y no caer en manos de los militares felones, a los que desprecia, entre ellos Pinochet, quien sólo hace algunas semanas le juró lealtad y por quién Allende, sin saberlo entre los golpistas, muestra preocupación y dolor creyéndolo entre los caídos por el golpe. La grandeza de uno es la medida de la bajeza del otro. El que traiciona a su pueblo para defender los intereses de los poderosos. Y el que regala a su Patria la luz profética de su palabra empeñada.

En sus últimas palabras profetizó que su voz no sería acallada y que lo seguiríamos oyendo, y continúa cumpliéndonos con su palabra.


Ricardo Jiménez A.

lunes, 27 de agosto de 2018

Xenofobia hacia venezolanos es profundamente anti patriótica



La xenofobia hacia inmigrantes venezolanos que algunos actores políticos irresponsables muestran por estos días en Perú, no solo es inmoral, sino profundamente anti patriótica.   

Es un hecho que esta particular oleada inmigratoria venezolana fue provocada intencionalmente por la irresponsabilidad histórica del gobierno anterior de PPK, que cometió la imperdonable negligencia de rebajar la normativa migratoria a fines de propaganda ideológica, contrariando los preceptos técnicos y de derechos humanos básicos a considerar en esta materia. 

También es un hecho que al menos 60 mil peruanos que en años anteriores migraron a Venezuela, aún permanecen allí, según cifras oficiales del estado peruano[1]. Señal innegable que pone en cuestión el carácter de hecatombe terminal de la crisis económica en ese país, en el que insisten las grandes cadenas mediáticas.       

Más allá de ello, hay quienes en Perú han visto un buen negocio político electoral en mostrar públicamente xenofobia hacia los venezolanos. Sin importarles que con ello rebajan la ciudadanía y los valores morales de su propia gente, despertando los peores anti valores y las más bajas pasiones egoístas e insolidarias. Tampoco que todavía, según cifras oficiales, haya casi dos millones y medio de peruanos residiendo en otros países[2], a los cuales les sería trágico sufrir una xenofobia similar.

Bicentenario

Pero, justamente ahora que el Perú se acerca a su bicentenario de la independencia anticolonial, resulta necesario destacar que esas expresiones xenófobas hacia los venezolanos son también profundamente contrarias al auténtico significado histórico y político de esta conmemoración patriótica.

En 1822, cuando aún hollaban los suelos suramericanos las fuerzas militares del contumaz poder colonial español, los líderes patriotas de los pueblos en lucha por su emancipación, supieron diseñar y ejecutar la tarea estratégica, imprescindible al desarrollo y felicidad, de coaligar formalmente las nacientes repúblicas.

Se trata del Primer Tratado de Unidad Suramericana. Fruto y evidencia de la convergencia esencial entre los dos grandes libertadores suramericanos y del Perú, Simón Bolívar y José de San Martín, formalización lógica y consecuente de su comunión de lucha y del objetivo compartido de integración continental, el “Convenio de unión, liga y confederación perpetua” entre Perú y la Gran Colombia[3].

Siendo ministros plenipotenciarios, por el gobierno de San Martín en Perú, Bernardo de Monteagudo, y por el gobierno de Bolívar en Colombia, Joaquín Mosquera. Se trataba de la más plena unidad militar, comercial y ciudadana, que hacía fundirse los derechos y deberes de peruanos y gran colombianos en todos los planos como uno solo y que se ofrecía a todos los demás Estados del continente. 

El 1° de mayo de ese año 1822, Mosquera arriba a Perú con su misión diplomática, definida en los siguientes términos por Bolívar: “la asociación de los cinco grandes Estados de América para formar una ‘nación de repúblicas’, objetivo tan sublime en sí mismo que no dudo vendrá a ser motivo de asombro para Europa. La imaginación no puede concebir sin pasmo la magnitud de un coloso que, semejante a Júpiter de Homero, hará temblar la tierra de una ojeada. ¿Quién resistirá a la América reunida de corazón, sumisa a una Ley y guiada por la antorcha de la libertad?”.[4]

La alusión a los cinco países en la cita, se refiere inequívocamente a la Gran Colombia de entonces, que incluía a Venezuela,  Ecuador y Panamá; al Perú de entonces, que incluía a Bolivia y parte de Argentina. Y a la explícita instrucción de proyectar el Tratado a Chile y las entonces Provincias Unidas, actuales Argentina, Uruguay y Paraguay.

Para aquilatar la visión de futuro del Libertador en esta temprana misión unitaria, cuando aún no se ha derrotado completamente al poder colonial español, cabe señalar que se trataba, en su intención e instrucciones a Mosquera, de incluir en el Tratado los territorios y pueblos de nueve de las actuales doce repúblicas suramericanas independientes que conforman la totalidad suramericana de la actual UNASUR, con solo Brasil (entonces monarquía constitucional y esclavista, formalmente independiente, bajo monarca portugués), Guyana y Surinam (entonces colonias inglesa y holandesa, respectivamente) no consideradas, además de Panamá que por entonces no existía y sería separada de Colombia a inicios del siglo XX.

Que el Tratado no era una simple declaración de intenciones o formalización de solidaridad ante el enemigo común, y que más aún, no se limitaba siquiera a la pura alianza de defensa, sino que se convertía en un instrumento ejecutivo de integración amplia y estructural, lo muestra el propio tenor de su texto que habla de un “Tratado de Unión, Liga y Confederación de paz y guerra... para asegurar la independencia americana, entre Colombia y Perú... para sostener con su influjo y fuerzas marítimas y terrestres... su independencia de la nación española y de cualquier otra dominación extranjera, y asegurar, después de reconocida aquella su mutua prosperidad, la mejor armonía y buena inteligencia, así entre sus pueblos, súbditos y ciudadanos, como con las demás potencias con quien deben entrar en relaciones”[5]. 

Consecuente con la permanente lucha programática por la unidad continental, “los libertadores de Colombia y Perú se obligaban formalmente a interponer sus buenos oficios con los gobiernos de los demás Estados de la América antes española, para entrar en este Pacto de unión, liga y confederación perpetua”[6].    

Ciudadanía suramericana

Impuesta por las necesidades de la hora, el Tratado establece, en primer lugar, la alianza conjunta militar y de defensa (letra a). También la unión comercial (letras c y d). Establece también mecanismos conciliatorios y pacíficos para desacuerdos limítrofes al interior de la confederación, y la defensa conjunta del sistema democrático republicano, ante amenazas en cualquiera de los Estados (letras e y f).      

Pero el Tratado establece, además, algo de trascendencia inconmensurable. Por primera vez en la historia republicana, crea la ciudadanía suramericana: “...los ciudadanos de Perú y de Colombia gozarán de los derechos y prerrogativas que corresponden a los ciudadanos nacidos en ambos territorios, es decir, que los colombianos serán tenidos en el Perú por peruanos y éstos, en la república, por colombianos” (letra b).

Normativa  que igualaba en fuerza y unión a los estados del sur con la poderosa confederación de estados del norte de América, que dejaba simplemente sin significado el propio concepto de migración entre los pueblos suramericanos y haría impensable las actuales manifestaciones de xenofobia hacia venezolanos en Perú.

Vigencia

El tratado fue publicado en Perú por medio de una “Gaceta extraordinaria” por expresa instrucción de San Martín, cuyo gobierno lo aprobó el 15 de julio. En Colombia, la fuerte oposición a Bolívar logra demorar su aprobación por el senado hasta el 12 de julio del año siguiente, 1823.

Ciertamente, la caída del Ministro Bernardo de Monteagudo en Perú, y el auto exilio de San Martín, así como la conspiración contra Bolívar y su proyecto de federación suramericana, tanto en Perú como en Colombia, terminaron por derrotar la aplicación del Tratado.

Sin embargo, queda como uno de los primeros y más grandes hitos en la memoria continental de unidad e integración y como prueba irrefutable del programa continental de la revolución patriótica anticolonial.

Dos años después, en diciembre de 1824, dos días antes de la batalla de Ayacucho, que habría de sellar estratégicamente la independencia continental del poder colonial español, Bolívar y su Ministro peruano, José Faustino Sánchez Carrión[7], firman el Decreto del gobierno peruano donde convocan a los gobiernos de Chile, Perú, las Repúblicas Unidas (actual Argentina), México y Guatemala, al Congreso de constitución de la Federación Suramericana, teniendo como sede el istmo de Panamá, entonces parte de la Gran Colombia. 

En el llamamiento al famoso “Congreso Anfictiónico de Panamá”, traen a la memoria el señero primer Tratado de Unidad Suramericana, realizado entre los libertadores de tres y cinco repúblicas, Bolívar y San Martín, en 1822: “El gobierno del Perú celebró en 6 de julio de aquel año un tratado de alianza y confederación con el plenipotenciario de Colombia; y, por él, quedaron ambas partes comprometidas a interponer sus buenos oficios con los gobiernos de la América, antes española, para que entrando todas en el mismo pacto, se verificase la reunión de la asamblea general de los confederados”[8].

Por esos mismos días, se publica un Ensayo que celebra y llama vehementemente a sostener la iniciativa: “Ningún designio ha sido más antiguo entre los que han dirigido los negocios públicos, durante la revolución, que formar una liga general contra el común enemigo y llenar, con la unión de todos, el vacío que encontraba cada uno en sus propios recursos...”[9]. Quien lo escribe no es otro que el mismo que actuara como plenipotenciario del Perú en el histórico Primer Tratado: Bernardo de Monteagudo.

Fiel a su concepción de radical inclusión e igualdad social, anti oligárquica, como componente de esta unidad continental, Monteagudo agrega: “...el año 25 se realizará, sin duda, la federación hispanoamericana bajo los auspicios de una asamblea cuya política tendrá por base consolidar los derechos de los pueblos y no los de algunas familias que desconocen, con el tiempo el origen de los suyos”[10].

Apenas publicado el Ensayo, el último gesto revolucionario de uno de los firmantes del Primer Tratado de Unidad Suramericana, este ilustre, aunque extremadamente polémico patriota, fue asesinado en Lima, sin que pudiese esclarecerse nunca a los autores intelectuales. Poco antes, había escrito en las trincheras periodísticas patriotas su epitafio: “Yo no renuncio a la esperanza de poder servir a mi país, que es toda la extensión de América”[11]. 

Todo un símbolo del auténtico proyecto patriótico que está próximo a conmemorar dos siglos en Perú y un indicador incontestable del carácter profundamente anti patriótico de la actual xenofobia hacia los venezolanos.



27 de agosto de 2018.
Ricardo Jiménez A.




[1] Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) (2017). Estimación y Análisis de la Migración Internacional, Según Diversas Fuentes. Síntesis metodológica. Perú: Autor. Págs. 30 y 32.
[2] Ibíd. Pág. 32.
[3] Tratado de Alianza Colombia – Perú, firmado en Lima el 6 de julio de 1822, ratificado el 15 de julio de 1822. En: Documentos Archivo General San Martín. Comisión Nacional del Centenario. Buenos Aires, Argentina. Coni Hermanos. 1910. 12 volúmenes. Preámbulo. Tomo VI. Pág. 537. 
[4] Instructivo de Convocatoria para el Tratado de Unión. Simón Bolívar. En: Ibarguren, Carlos. San Martín íntimo. Buenos Aires, Argentina. Dictio. 1977. 
[5] Tratado de Alianza Colombia – Perú, firmado en Lima el 6 de julio de 1822, ratificado el 15 de julio de 1822. En: Documentos Archivo General San Martín. Comisión Nacional del Centenario. Buenos Aires, Argentina. Coni Hermanos. 1910. 12 volúmenes. Preámbulo. Tomo VI. Pág. 537.  En realidad, eran dos tratados complementarios, firmados simultáneamente, de 12 y 9 artículos, respectivamente.  
[6] Pérez, Antonio. Ideología y acción de San Martín. Eudeba. Buenos Aires, Argentina. 1966. Pág. 52.
[7] “El señor Carrión tiene talento, probidad y un patriotismo sin límites”. Carta de Simón Bolívar a Francisco De Paula Santander. 23 de febrero de 1825. Citado en Alva, Luis & Ayllón, Fernando. Selección y prólogo. En defensa de la patria: José Faustino Sánchez Carrión (Selección de escritos de José Faustino Sánchez Carrión). Pág. 3.
[8] Porras Barrenechea, Raúl. El Congreso de Panamá (1826). Imprenta la Opinión Nacional. Lima, Perú. 1930. Págs. 3 a 6. 
[9] Monteagudo, Bernardo. Ensayo sobre la necesidad de una Federación General entre los Estados Hispanoamericanos y Plan de Organización. Enero de 1825. Citado en: Galván, C. Monteagudo, ministro y consejero de San Martín. Claridad. Buenos Aires, Argentina. 1950. Pág. 243.  
[10] Ibíd. Pág. 244.
[11] Monteagudo, Bernardo. En: Galazo, Norberto. Seamos libres y lo demás no importa. Vida de San Martín. Ediciones Colihue. Argentina. 2000. Pág. Pág 473.

lunes, 9 de octubre de 2017

El Arte de ser el Che


Entre los extraordinariamente múltiples talentos del Che: éticos, políticos, intelectuales y militares, frutos de su voraz afán por desarrollar constantemente al máximo posible su humanidad, se encuentra también su dimensión artística.

El sábado pasado, 7 de octubre, en el espacio “Juglares” en Lima, animado por el trovador Jorge Millones, durante un hermoso recital de canto y poesía para celebrar el regalo que ha sido la vida, la lucha y el ejemplo del Che, fue también una estupenda ocasión para profundizar y disfrutar de esta fundamental dimensión artística suya.

La importancia del arte para el Che puede graficarse en el hecho de que, en medio de las terribles dificultades, sacrificios y escaseces de la guerrilla en Bolivia, llevaba en su mochila un cuaderno con poesías de Pablo Neruda, César Vallejo, León Felipe y otros poetas.

Los más grandes poetas, entre ellos el mismo Neruda, Benedetti, Cortázar, Guillén y muchos otros, le correspondieron, a su vez, con versos que expresaron la pena y la admiración, cuando su partida física sacudió a los pueblos del mundo entero, sin excepción. Como lo muestra el hecho extraordinario que a mediados de la década de 1960, cuando el movimiento político de los afroamericanos en Estados Unidos alcanzaba sus expresiones más radicales, virulentas y hasta sectarias, el único retrato de un líder no afroamericano que, no solo era admitido, sino públicamente admirado, era el del Che.       

Su ejemplo se ha vuelto desde entonces una fuente de inspiración que no cesa. Siguen los poetas cantando su paso por el mundo. Muchos fueron también guerrilleros, como Roque Dalton, Leonel Rugama y Tomás Borge, entre otros.   

Existen poesías del propio Che, previas a la expedición guerrillera del Granma, en las que le habla a Fidel - casi premonitoriamente de la que sería después su imagen más conocida - de “frente plena de martianas estrellas”. Durante su vida como cuadro dirigente de la revolución cubana, en el ejercicio de diversos cargos, era usual que citara o leyera poesías en medio de sus discursos públicos, como por ejemplo la de Rabindranath Tagore.

Inagotable ha sido también su inspiración en el canto, que ha encontrado en el Che uno de los tópicos más sublimes y colectivos de la humanidad. Desde las sencillas coplas campesinas hasta la trova y el rock.

En el libro “Canto épico a la ternura”, Rony Feliú, Director cubano de la Revista Tricontinental, ha recopilado 150 canciones de 16 países directamente creadas para el Che. En una entrevista reciente, Silvio Rodríguez habla de siete de sus canciones para el guerrillero heroico. La canción “Hasta siempre, Comandante” del cubano Carlos Puebla es ya un himno latinoamericano. 

La banda de rap metal estadounidense Rage Against the Machine (Odio contra la máquina), que se caracteriza por sus mensajes de crítica social y política, usó la más icónica imagen del Che, con boina y mirando el horizonte, para la portada de su primer disco.     

Desde la escultura, la pintura, la fotografía, el mural y todas las formas concebibles del arte visual, la imagen del Che se ha generalizado a la cultura pop, incluyendo su presencia en tatuajes, banderas de barras de fútbol, camisetas, zapatillas y toda clase de productos mercantiles. Se ve en ello muchas veces una distorsión contraproducente. Pero representa también un plano mucho más amplio de su influencia y simbolismo ético primordial, acaso incluso inconsciente, aunque necesariamente menos denso y menos definido ideológicamente. 

El denominado séptimo arte también sabe de su paso. En 1969, apenas caído el Che, se estrenó la película “Ché!”, dirigida por Richard Flischer y groseramente manipulada por la Central de Inteligencia norteamericana, CIA, para desprestigiar al revolucionario. La película fue prohibida en Argentina debido a su evidente impronta fascista. Omar Sharif, afamado actor que interpretó al Che en ella, ha lamentado públicamente haberlo hecho, calificándolo como el mayor error de su vida.  

En 2004, se estrenó la película “Diarios de motocicleta”, dirigida por Walter Salles y protagonizada por Gael García Bernal, que relata los viajes juveniles de Ernesto Guevara por América del Sur en 1952. Ganó más de veinte premios internacionales.    

En 2008, se estrenó la película “Che”, dirigida por Steven Soderbergh y protagonizada por el actor Benicio del Toro. Aplaudida por la crítica y el público, muestra la vida del Che en dos partes; la primera (“El Argentino”) en la lucha guerrillera cubana y la segunda (“Guerrilla”) en la lucha guerrillera en Bolivia. 

Se está por estrenar en Japón, y se anuncia para noviembre en Cuba y Bolivia, la película “Ernesto”, centrada en la vida de Freddy Maymura, joven estudiante de medicina,  boliviano de padres japoneses, que cayó en la lucha guerrillera del Che en Bolivia, usando como nombre político el que da título a la película. Dirigida por el japonés Junji Sakamaoto, es una producción japonesa rodada en Cuba y en español.

En el campo del vídeo documental, existen literalmente innumerables documentales centrados en diversos aspectos de la vida y lucha del Che, cuyo núcleo podría encontrarse en la producción cubana de más de cuarenta documentales del más alto valor fílmico, histórico y político.      

Artista de sí mismo

Existe consenso, finalmente, que la mayor dimensión artística del Che fue él mismo. Una idea que asoma en esta frase que escribió en una carta de despedida a sus padres, antes de emprender los que serían sus últimos proyectos guerrilleros: “…una voluntad que he pulido con delectación de artista.”

Una idea que se reafirma con singular belleza en uno de los más conmovedores documentos que se hayan hecho para el Che, la carta de despedida para él de Haydée Santamaría, la legendaria revolucionaria cubana:

     “…este gran pueblo no sabía que grados te pondría Fidel. Te los puso: artista.  Yo pensaba que todos los grados eran pocos, chicos, y Fidel, como siempre, encontró los verdaderos; todo lo que creaste fue perfecto, pero hiciste una creación única, te hiciste a ti mismo”.